La Crítica en Colombia Imprimir

 

Por Samuel Vásquez

en LAOTRA, revista de poesía.

 

En esta convención cartográfica que convenimos llamar Colombia la actividad crítica siempre ha sido anatemizada, y el conflicto, objeto de crítica, se transfiere al sujeto que lo señala. Así, en acomodada simplificación que mece nuestra infatigable siesta histórica, el conflicto no les parece otra cosa que la proyección de la mente de un ser conflictivo. En lugar de observar atenta y críticamente lo señalado, miran con desdén el dedo que señala: como han perdido toda fe en sí mismos (aunque lo nieguen) no pueden admitir la crítica; como han perdido toda razón vital (aunque lo disimulen emborrachándose) no hay espacio para la alegría.

 

Para desactivar toda acción libre comunitaria o personal, pretenden querer informarnos, de manera perentoria, que la responsabilidad ética y social del ser humano sobre su propio destino, sobre su vida privada y colectiva ha quedado en suspenso definitivamente. Que la transformación de la realidad que nos han legado es sólo una astuta falacia de algunos listos, que la creación de imaginarios y de mundos propios es un embeleco para embaucar incautos. Que el «fin de las utopías» ya se dio. Que todo ya está decidido, que la historia está dada y no puede ser intervenida. Que toda cosa, proyecto o producto que no esté mediado por el mercado es apenas una fantasía inoperante, vacía de realismo. Que la creación en nuestras manos es mera ilusión, que nos queda la única posibilidad de ser espectadores. Que las ideas son meros placebos, que cualquier disidencia en un analgésico. Que un pensamiento no catalogado por ellos es pornográfico, que la práctica social o política contestaría en un delito, que el único lugar para los artistas y los intelectuales es el desencanto instruido. Que el arte y la poesía son apenas consoladores para la autocomplacencia.

 

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