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Comunicados

Octubre 7 / 2015

El lío de las interpretaciones, reflexión del Vicerrector Académico de la Universidad del Cauca

Emitido por: Otra
Dirigido a: Comunidad universitaria

El lío de las interpretaciones

Edgar Velásquez Rivera
Profesor Titular Departamento de Historia
Vicerrector Académico
Universidad del Cauca

Fui formado en una escuela de pensamiento crítico y, sobra decirlo, provengo de ella. En ese marco se inscribe mi modesta y discreta producción intelectual expresada, principalmente, en libros y artículos. Nunca he pretendido ni intentado imponer tal perspectiva. Espero que, en reciprocidad, el pensamiento cultista que campea en estos mundos periféricos y premodernos no pretenda anular mis derechos a la libre expresión, a la libertad de cátedra, a la libertad de enseñanza y a la libertad de pensamiento. Lo anterior a raíz de un artículo de opinión de mi autoría titulado “Una visión de lo público”, sobre el cual, como era de esperarse, hubo reacciones a favor y en contra.

Las reacciones en contra provinieron de algunos sectores como ASPU (Cauca), organización con la que se adelantaba la negociación de un pliego de peticiones y una forma de esas reacciones fue suspender, unilateralmente, las negociaciones hasta que el Rector de la Universidad del Cauca (Doctor Juan Diego Castrillón Orrego) me relevara del equipo negociador. Al no tener éxito en esta pretensión, propusieron que me retractara de lo expuesto en mi artículo de opinión. No me retracto. Les invité a reanudar las negociaciones y a llevar a cabo un debate público de orden académico e ideológico y no aceptaron. En una reunión entre el equipo negociador de la Universidad del Cauca (el cual lidero) y el presidente de ASPU a nivel nacional (Pedro Hernández) y varios miembros de ASPU-Cauca, aquél dejó entrever la posibilidad de una demanda contra el Vicerrector Académico de la Universidad del Cauca.

Impertérrito espero la demanda. Antiguos actores universitarios, en apariencia irreconciliables, por conveniencia se han unido para atacarme (incluso en las aulas ante sus estudiantes), y a ella se han sumado cavernarias y oscuras tendencias intelectualoides que han hecho de la docencia universitaria un escampadero de su pobre existencia. Desprovistos de ideas para controvertirme, optarán por demandarme ante el poder judicial. Una controversia que debe ser puesta en el escenario del debate intelectual e ideológico, pretenden trasladarla a los estrados judiciales donde buscan una condena al carácter, la independencia, la crítica, la coherencia y la libertad de expresión. Sus posiciones rezuman odio y evidencian su sed de venganza de la más primitiva factura. Su eventual éxito, será un triunfo a lo Pirro. La colonia está presente.

Mientras ello ocurre, vale la pena profundizar el escrito “Una visión de lo público” en la perspectiva teórica de Humberto Eco, a partir de la intentio lectoris, la intentio auctoris y la intentio operis, como triada hermenéutica 1. En materia hermenéutica, no es procedente desmembrar dicha triada, puede ocurrir que en el ejercicio práctico de la interpretación y de la comprensión, se privilegie una intentio más que otra, pero en todo caso, más que contradicciones, es factible encontrar afinidades, y casi yuxtaposiciones y con ello fortalezco teóricamente al citado artículo.

Existe una estrecha relación entre intentio auctoris e intentio operis. En la intentio auctoris, pueden confluir factores psicológicos, ideológicos, religiosos, económicos, sociales, culturales y políticos, entre otros. El autor en este caso, no es el resultado del azar, no es trasplantado súbitamente de un lugar a otro, su presencia no se registra por generación espontánea; por el contrario, es el resultado de una amalgama de factores e influencias que determinan su ser y mediante un proceso de experiencias, y de decantación de las mismas, su pensamiento es sedimentado y de él, aflora la intentio auctoris.

Ningún ser humano y menos en el campo académico y humanístico, se hace sólo. Quienes alcanzan alguna figuración, lo logran, en primer lugar, por la definición de un proyecto de vida y el tesón en la concreción, aunado a sus facultades intelectuales y capacidades de trabajo. En segunda instancia, por apoyos de sus familias y de instituciones. Nada tiene que ver con el azar, la suerte no es más que un trabajo planificado en pos de un proyecto de vida. En esas condiciones, el discurso expuesto en “Una visión de lo público”, es el resultado de una amalgama de factores, influencias y tradiciones.

Desde tal perspectiva, la intentio auctoris, es el resultado de una tradición, la cual se convierte en la precursora de otra intentio auctoris. Cada tiempo, espacio y circunstancia, determinan la intentio auctoris, pero no siempre la determina “en última instancia”, el autor puede mostrar su desacuerdo contra su tiempo y adoptar, desde su fuero interno, para sí, otra intentio y ser “discordante” con su tiempo y su época. Son los autores considerados “extraños”, “proféticos”, “desadaptados” o “críticos”. El autor, cualquiera que sea su campo de acción, tiene una intentio. El contexto le impone limitaciones y, desde ese punto de vista, la intentio auctoris se ve obturada por limitaciones internas y externas. La intentio auctoris del suscrito es un reflejo del tiempo y del espacio. Pero a su vez, puede entenderse que, en los esquemas de la historia política y sindical colombiana, hemos lecturas y publicaciones de naturaleza crítica.

Las limitaciones internas de la intentio auctoris aluden, fundamentalmente, a las propias incapacidades del autor, y a las que él mismo se impone, por los intereses que sean. En primer caso está, la ineficiencia del autor para plasmar su intentio, por más dispositivos comunicacionales, lingüísticos y géneros literarios de que disponga. Su horizonte no será lo suficientemente amplio y en su obra no estará presente toda su intentio y él mismo puede ser consciente de ello. Algo se le queda guardado, no por tacañería, sino por su incapacidad para reflejar la intentio auctoris. Desde luego este no es el caso nuestro.

En el segundo caso, la intentio auctoris, se ve obturada por limitaciones externas, tales como la necesidad de no reflejar, plenamente, la intentio auctoris, por parte del autor, para no comprometerse así mismo, ni a nadie en particular, ante instancia alguna de poder. En ese sentido, el autor, se ve precisado a camuflar su intentio auctoris, a simularla, a expresarla de manera parcial y lenta, calculando las reacciones del entorno para evitarse líos. Por las limitaciones externas, la intentio auctoris, es de difícil detección por parte del hermeneuta, ya que el autor se ve precisado a utilizar metáforas. También se ve impelido a poner en la balanza cada término o expresión que utiliza, medita como el que más, el alcance y las implicaciones que puede tener su obra y si no está muy convencido de ello, suele optar por destruir la obra, fragmentarla o simplemente dejarla para que se conozca después de su muerte.

Este aspecto de las limitaciones externas de la intentio auctoris, en parte, coincide con algunas apreciaciones hechas por Michael Foucault 2 sobre el discurso. En mi condición de autor del artículo de opinión “Una visión de lo público” tuve limitaciones de espacio, por lo cual es factible sostener que mi intentio auctoris se vio entorpecida. Aún así, cada una de mis frases es un desafío al debate académico e ideológico, una diana en medio de la bobería y la soporífera modorra colectiva de algunos docentes universitarios. A quien lea mis obras, le resulta fácil deducir que no expresó ni publico toda mi intentio auctoris.

En ninguno de los dos casos, la intentio auctoris se refleja de manera plena, por ello, es pertinente afirmar que la intentio auctoris, es el reflejo en un momento dado, en el contexto de la obra de un autor. Con ello señalo que la intentio auctoris, es un destello en un fragmento de la obra, luego entonces queda abierta la posibilidad de hablar, en términos más precisos, de las intentios auctoris, dentro de una obra. En plural y no en singular. Un argumento adicional, es que el autor, ve tan limitado el espacio para expresar su intentio auctoris que, justamente, se ve precisado a producir otra obra, bien para ampliar los contenidos de la precedente o profundizarlos. Todo autor querrá decir algo sobre su obra, una vez ésta es puesta al alcance del público o de la crítica, tal como ocurre en este caso.

La intentio auctoris es un retrato y como tal, es la posición y la manera del autor en un preciso instante de su vida. Las intentios auctoris son retratos que, a lo largo de la vida de un autor, desde su juventud hasta la vejez, debe ser capaz de captar el hermeneuta, no es casual, que los entendidos hablen de la obra de un autor, según su ciclo vital. La intentio operis, es una parte de la intentio auctoris, no es su parte oculta, sino la parte que se muestra, la otra parte de la intentio operis, proviene del lector o hermeneuta.

La otra parte de la intentio operis, proviene del hermeneuta. Es el lector quien ausculta y cree encontrar en una obra, la intentio operis. Cada cultura, civilización, tiempo o región, reconstruye la intentio operis de una obra. Es responsabilidad y tarea del lector, buscar la intentio operis y esta búsqueda incesante, es lo que hace aflorar las más disímiles interpretaciones y comprensiones sobre una misma obra, por eso sobre el escrito “Una visión de lo público” hemos recibido felicitaciones y rechazos. Puede considerarse en ese sentido, que el ejercicio incesante por parte del lector, por detectar la intentio operis, pasa a ser parte de la misma obra, se incorpora a la tradición.

En la intentio operis funcionan tanto los prejuicios, como las subjetividades individuales y sociales. Desde las subjetividades sociales, por efectos de la propaganda y las estrategias de mercadeo, las obras suelen ser calificadas o descalificadas, según corresponda a los phatos colectivos. Las subjetividades individuales, al estar mediadas por mayores discernimientos respecto a las sociales, de igual modo, inciden en la intentio operis de cada escrito.

Bajo tal consideración, las intentios operis, se constituyen en una especie de valor agregado de cada obra. Y unas intentios operis, más que otras, pasan a tener un peso específico mayor respecto a las demás lo que constituye una especie de autoridad hermenéutica en ese sentido. Por más que el autor aclare e insista en una intentio operis, la intentio operis proveniente del campo del público lector no cede mayores espacios respecto a la primera y, en ese sentido, la obra empieza a pertenecerle ya no al autor, sino a la crítica, a los hermeneutas. No son escasos los episodios en que los autores se enteran de la o de las intentio operis de su creación, que jamás imaginaron. La intentio operis queda expuesta al libre arbitrio del lector. El lector, formado o no, o ambos a la vez, pueden ser los responsables de los efectos de su acción sobre una obra.

La intentio lectoris, se concibe aquí, como el conjunto de intereses y expectativas que mueven al lector hacia una obra. La intentio lectoris es la inquietud que media la relación entre el lector, en este caso el hermeneuta, y la obra. En la base de la intentio lectoris, están los prejuicios, las precomprensiones, las prelecturas, y en general, todas las cargas emocionales que agobian al lector y que lo empujan hacia una obra. Desde la intentio lectoris así como puede haber una interpretación de los textos, puede haber un uso de los mismos. En la intentio lectoris se parte de una lectura pretextual y del uso libre de los prejuicios.

Desde la intentio lectoris, se ha dicho, puede haber un uso de los textos. Un uso destructivo, bien de la obra en sí, o de otra. Un uso formativo y un uso crítico. Para tal efecto el lector o el hermeneuta, en el primer tipo de uso, saca fragmentos de un texto, o hace miradas sesgadas del conjunto de una obra, para impugnar los aportes del autor, subvalorarlos o descalificarlos, ello puede ocurrir por motivaciones ideológicas o para realzar las tesis propias. Es probable que se de un uso de la obra, para atacar a otra, en ocasiones sacando del contexto frases, trazos o fragmentos de una obra y oponerlos a otra. El uso destructivo de una obra, denota, en principio, la mezquindad de quien lo ejecuta, así como la precariedad de su ética académica y la ausencia de sensibilidad hermenéutica en su formación.

De los textos también puede haber un uso formativo. Para ello es preciso ponerse en el horizonte del mismo, reconocer su tradición y su autoridad y, principalmente, reconocer su alteridad. Pero el texto que se usa en términos formativos, no necesariamente tiene que ser, de lo que en un momento dado se considere como óptimo, puede incluso de un texto de muy discreta elaboración, hacerse un uso formativo por antítesis, síntesis y tesis, por analogía o por comparación. En sentido estricto, cada lector le da un uso a los textos, no todos los lectores buscan igual cosa en un texto, luego entonces encontrarán en el mismo, asuntos distintos, así compartan cuestiones comunes.

También desde la intentio lectoris, puede tener lugar un uso crítico de un texto. El sentido de lo crítico se asume aquí desde la perspectiva popperiana, en el sentido de que la crítica es el ariete que posibilita la construcción de la ciencia y de la verdad. La crítica se concibe, en consecuencia, como la permanente búsqueda de nuevos horizontes, de nuevas interpretaciones y de nuevos caminos que conduzcan al conocimiento. Evidentemente en el uso crítico de los textos, median procedimientos que, con arreglo a fines, deben ser identificados para evitar caer en la crítica por la crítica. La crítica, es el mecanismo más indicado para desbrozar caminos en la maraña del conocimiento.

Podría haber un uso maniqueo o cínico de los textos. Este consistiría en la perversa y consciente decisión por parte del lector, de tomar una obra o parte de ella, o alterar fragmentos de la misma, para forzar una interpretación en la que se está interesado por creer que le reportará beneficios de alguna índole. Este uso de los textos tanto en las religiones como en las ideologías, es común que desemboque en cismas, deserciones, tendencias y que los troncos comunes de las mismas, se asignen así mismas facultades decisorias para dictaminar lo que es oficial o no en materia de dogmas o de militancias políticas, y así mismo, diseñar los mecanismos para tratar ese tipo de comportamientos que puede ir desde la excomunión en el primero de los casos, hasta los fusilamientos en el segundo.

En el caso de las ideologías, es común encontrar este tipo de usos de los textos. Los ideólogos de derechas y de izquierdas, suelen, en algunos casos, desde el dogmatismo, rechazar y condenar a quienes se apartan de la interpretación oficial de un sindicato o una ideología. El uso maniqueo del artículo “Una visión de lo público”, se pone en evidencia cuando se intenta deducir del mismo, responsabilidades penales sin antes hacer una autocrítica, en este caso por parte de ASPU, sobre el talante de sus escritos y sus acusaciones a la dirección universitaria.

En la intentio lectoris, Eco reivindica la existencia de los prejuicios, de las prelecturas y de las conjeturas. Los tres fenómenos se desvanecen a medida que el lector se adentra en su objeto, pero no siempre se diluyen, pueden dar lugar a los juicios, a lecturas coherentes y a certezas temporales. Lo importante aquí es señalar que Eco niega la posibilidad de que el lector se enfrente con la mente en blanco a un texto, pues así como el texto le dice algo al lector, el lector también lleva en su mente asuntos para plantearle al texto. Eso desde de la horizontalidad de las relaciones entre el lector y la obra.

Una prelectura de un texto, puede ser la circunstancia en que el lector, antes de abordar una obra propiamente dicha, conozca aspectos fundamentales del autor como puede ser, su formación intelectual, sus influencias, otras obras si las hubiere y la crítica existente, así como la época en que vivió y la relevancia de su pensamiento con referencia a sus pares. Si un lector antes de iniciar su labor, se apertrecha de todos e inicia la lectura desde los anteriores elementos, estará en mejores condiciones de comprender un texto en términos globales y específicos, que aquel que no los conoce. Este conocimiento previo, o lectura pretextual, afianzará los prejuicios y las conjeturas o hará más expedito el camino para su eliminación.

Las relaciones que existen entre intentio auctoris, intentio operis e intentio lectoris, son de interdependencia. Sin embargo, además de señalar que los límites entre ellas son imprecisos, es importante puntualizar que la relación entre intentio auctoris e intentio operis, en ocasiones es directa e intensa y, en otras, según mi perspectiva, es nula. Esos límites son imprecisos, pues como se ha expuesto, la intentio operis depende de la intentio auctoris, es parte de su manifestación pública.

La relación entre intentio auctoris e intentio operis, es directa e intensa cuando el autor vive, es capaz y tiene voluntad de aclarar, precisar, ahondar, delimitar, complementar y defender la intentio operis. En ese sentido, la intentio auctoris responde por la intentio operis y al responder de esa manera, construye una relación directa e intensa, relación de la cual hay una doble influencia, pues la intentio lectoris, identifica por la vía de la crítica, problemas en la intentio operis, los cuales pueden ser subsanados por la intentio auctoris, sobre la misma obra o desde una nueva edición, tales problemas y correcciones, le posibilitan al autor, crecer y adquirir nuevas experiencias y hacer nuevas aplicaciones hermenéuticas. La otra influencia es la que recibe la intentio operis, tanto de la intentio auctoris, como de la intentio lectoris.

Eco hace una distinción entre lector semántico y lector crítico. La distinción entre uno y otro, la expone en los siguientes términos: “La interpretación semántica o semiótica es el resultado del proceso por el cual el destinatario, ante la manifestación lineal del texto, la llena de significado. La interpretación crítica es, en cambio, aquella por la que se intenta explicar por qué razones estructurales el texto puede producir esas interpretaciones semánticas” 3, de lo cual se deduce que el lector asume frente al texto, en el primero de los casos, una posición activa, lo estimula y le otorga el respectivo significado, mientras que desde la interpretación crítica, se indaga sobre el porqué de la primera y sus afectaciones. Los dos roles del lector (semántico y crítico), no son excluyentes, en el caso del escrito “Una visión de lo público”, son complementarios, al punto de ampliar los horizontes desde los cuales se puedan vislumbrar los alcances, los límites y las perspectivas del discurso u opinión que tanto le ha molestado a ASPU, organización que sospechosamente se niega a un debate público.

1. Eco, Umberto. Los límites de la interpretación. Barcelona, Lumen, 1992, 29.
2. Foucault, Michel. El orden del discurso, 2 edición, Barcelona, Fábula, 2002.
3. Eco, Umberto. Op, cit., 30.



Nota: contenido publicado en www.unicauca.edu.co el 7 de octubre de 2015.
 

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