Universidad del Cauca

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Los placeres de leer

Por: 
Mario Delgado-Noguera
Editor
editorial

John Law es profesor emérito de la Open University de Reino Unido. En 2004 publicó un libro sobre los métodos en las ciencias sociales, After method. Mess in social science research que a finales del año de la pandemia, 2020, la Editorial Universidad del Cauca publica la versión traducida del inglés por el profesor de antropología, Cristóbal Gnecco. El autor argumenta que los métodos no solo describen las realidades sociales, sino que también ayudan a crearlas. En la introducción de su libro presenta un recuadro llamado El placer de leer que sin duda será de utilidad y motivo de reflexión para los académicos que están en el empeño de publicar sus investigaciones en la forma de un libro. Dice el autor que la fabricación, entre otras cosas, o el efecto de hacer es lo relevante. En las texturas de ese hacer está la calidad de la escritura, un hecho que los editores de las editoriales académicas siempre agradecemos.  Un libro académico ameno, que no solo describa sino que construya palabra por palabra un libro para un público será un referente no solo de su disciplina.   

Los placeres de leer

John Law, en Después del Método. Desorden en la investigación en ciencias sociales. Editorial Universidad del Cauca, 2020

¿Por qué los libros se dividen en dos grupos, las novelas, por un lado, y los volúmenes académicos, por el otro? ¿Por qué las novelas se leen los fines de semana, o en los días festivos, o en los diez minutos antes de caer dormidos por la noche? ¿Por qué los libros de trabajo se leen en el día, en horarios estelares?

Otro tipo de preguntas. ¿Cómo se leen estos tipos de libros diferentes? ¿Por qué produce placer leer una novela, no solo por su trama y su caracterización, sino también por su uso de las palabras? Si reflexionamos sobre el simple placer de leer una novela bien elaborada, en la que las palabras se eligen cuidadosamente y se combinan a la perfección, entonces podemos hacer la pregunta: ¿cuál es el placer de leer un libro académico? ¿Cuántos libros académicos están realmente bien escritos en términos del lenguaje, en términos de la elaboración?

Las formas como se leen estos dos tipos de libros son, a menudo, quizás la mayor parte de las veces, muy diferentes. Si leemos novelas las leemos, con frecuencia, como un acto en sí mismo, por el placer de la lectura, la "buena lectura" de la novela de aeropuerto o los textos elaborados de Barbara Kingsolver, Penelope Lively o J.M. Coetzee. Son placeres en sí mismos, intrínsecos. Por el contrario, supongo que no solemos leer un libro académico por el placer de la lectura, por el placer del viaje, por así decirlo. Más bien lo leemos por el destino, donde nos llevará, donde seremos entregados. Un libro académico bien elaborado nos complace, sin duda —los que me vienen a la mente son, principalmente, de historiadores—. Pero el interés es diferente.

Tal vez, entonces, la distinción es entre medios y fines. Las novelas son fines en sí mismas y vale la pena leerlas por derecho propio. La escritura académica es un medio para otros fines. Las texturas sobre la marcha, la escritura real, están subordinadas a esos fines. Puede ser más agradable viajar en primera clase que en tercera, pero al final todos llegamos al mismo destino.

¿Qué diferencia habría si tuviéramos que aplicar los criterios que solemos aplicar a las novelas (o incluso más a la poesía) a la escritura académica? ¿No se vaciarían los estantes de la biblioteca a medida que los rangos de libros se descalifican a sí mismos? ¿Qué nos quedaría? Y, más importante aún, si tuviéramos que escribir nuestras piezas académicas como si fueran poemas, como si cada palabra contara, ¿cómo escribiríamos de manera diferente? ¿Cuánto escribiríamos?

Por supuesto, necesitaríamos imaginar la representación de una manera diferente. La poesía y las novelas luchan con los materiales del lenguaje para hacer cosas, cosas que se dice que son imaginarias. Es la fabricación, el proceso o el efecto de hacer, lo que es importante. Las texturas sobre la marcha no pueden disociarse de lo que se está haciendo, palabra por palabra, mientras que los libros académicos se apresuran a describir, a referirse a, una realidad que yace fuera de ellos. Son referenciales, ostensivos. Nos dicen qué hay allá afuera. 

¿Cómo, entonces, podríamos imaginar una forma académica de escribir que se preocupe por la calidad de su propia escritura? ¿Con la creatividad de la escritura? ¿Qué le haría esto al referente, a la exterioridad?